𝗟𝗮 𝗮𝗻𝘀𝗶𝗲𝗱𝗮𝗱 𝗻𝗼 𝘀𝗲 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗼𝗹𝗮, 𝘀𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗿𝗲𝗻𝗱𝗲. 𝗦𝗶 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗮𝗹𝗶𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗹𝗮, 𝗽𝗶𝗲𝗿𝗱𝗲 𝘀𝘂 𝗳𝘂𝗲𝗿𝘇𝗮.
- mluisaaguileras
- 7 mar
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Actualizado: 10 mar
Un día, un pequeño cachorro de tigre apareció en tu puerta. No parecía peligroso, así que le diste algo de comida y lo dejaste entrar en casa. No era un problema, al contrario, era fácil de manejar.
Pero con el tiempo, el cachorro creció y empezó a exigir más y más comida. Y cada vez que rugía, tú se la dabas para que se calmara. Sin darte cuenta, aquel pequeño tigre se convirtió en un animal enorme que dominaba tu vida. Ya no podías salir, ni invitar a amigos, ni hacer nada sin preocuparte por él. Todo giraba en torno a mantenerlo tranquilo.
La ansiedad funciona de la misma manera. Cuanto más la alimentamos con evitación, miedo y control excesivo, más grande y demandante se vuelve. Y, al final, somos nosotros quienes acabamos viviendo a su merced.
Pero, ¿y si dejamos de alimentarla? Al principio rugirá más fuerte, pero con el tiempo se debilitará. Porque la ansiedad no se vence con lucha, sino con comprensión y aceptación.

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