𝗖𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝘁𝗿𝗮𝘂𝗺𝗮 𝘀𝗲 𝗿𝗲𝗳𝗹𝗲𝗷𝗮 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗰𝘂𝗲𝗿𝗽𝗼: 𝗲𝗹 𝘃í𝗻𝗰𝘂𝗹𝗼 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗵𝗲𝗿𝗶𝗱𝗮𝘀 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗹𝗲𝘀 𝘆 𝗲𝗹 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲𝗽𝗲𝘀𝗼
- mluisaaguileras
- 9 mar
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Actualizado: 10 mar
El cuerpo tiene memoria. Cuando vivimos situaciones traumáticas en la infancia, como crecer en un hogar disfuncional, esas experiencias no solo afectan nuestra mente, también dejan marcas profundas en nuestra relación con el cuerpo y la comida. Para muchos, la comida se convierte en un refugio. En medio del caos emocional, el acto de comer puede ofrecer una ilusión de control, una pausa ante la tormenta. Pero esta relación con la comida no es casual; tiene raíces profundas en el trauma. Un ejemplo claro es el 𝗧𝗿𝗮𝘀𝘁𝗼𝗿𝗻𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗔𝘁𝗿𝗮𝗰𝗼́𝗻 𝗖𝗼𝗺𝗽𝘂𝗹𝘀𝗶𝘃𝗼 (𝗧𝗔𝗖), que suele aparecer como una respuesta emocional al estrés y al dolor no procesado. Comer en exceso no es un acto de indulgencia, sino un mecanismo inconsciente para calmar la ansiedad, el vacío o incluso el miedo. En cada atracón hay un intento de llenar los vacíos emocionales que dejaron años de críticas, negligencia o abuso emocional. A menudo, el sobrepeso no es solo un resultado físico, sino una 𝗯𝗮𝗿𝗿𝗲𝗿𝗮 𝘀𝗶𝗺𝗯𝗼́𝗹𝗶𝗰𝗮. Para quienes han vivido en entornos de abuso o rechazo, ganar peso puede ser una forma inconsciente de protegerse del mundo exterior. Es como si el cuerpo intentara crear una armadura contra nuevas agresiones o vulnerabilidades. Por otro lado, el trauma puede desconectar a las personas de su propio cuerpo. En lugar de responder a las señales naturales de hambre y saciedad, se come para gestionar emociones: tristeza, rabia, miedo o incluso alegría reprimida. Con el tiempo, esta desconexión refuerza un ciclo dañino donde la comida deja de ser una necesidad física y se convierte en un refugio emocional. Además, crecer en un entorno disfuncional daña profundamente la 𝗮𝘂𝘁𝗼𝗶𝗺𝗮𝗴𝗲𝗻 𝘆 𝗹𝗮 𝗮𝘂𝘁𝗼𝗲𝘀𝘁𝗶𝗺𝗮. Cuando alguien ha sido constantemente criticado, invalidado o ignorado, es común que esa persona internalice una narrativa negativa sobre sí misma. La comida, entonces, se convierte en una forma de aliviar temporalmente el dolor de no sentirse suficiente. Pero estas heridas pueden sanarse. La solución no está solo en cambiar hábitos alimenticios, sino en abordar el trauma subyacente que impulsa esa relación dañina con la comida. Terapias como la 𝗧𝗲𝗿𝗮𝗽𝗶𝗮 𝗖𝗼𝗴𝗻𝗶𝘁𝗶𝘃𝗼-𝗖𝗼𝗻𝗱𝘂𝗰𝘁𝘂𝗮𝗹 (𝗧𝗖𝗖) o el 𝗘𝗠𝗗𝗥 pueden ayudar a procesar el dolor y el trauma de la infancia, permitiendo a las personas reconectar con su cuerpo de manera saludable. Sanar no es un proceso lineal, pero sí es posible. Hablar de esto es un primer paso importante, porque detrás de cada cuerpo que lleva un peso extra, puede haber una historia que merece ser escuchada con compasión, sin juicios. La transformación comienza cuando dejamos de ver el sobrepeso como el problema y empezamos a entenderlo como un síntoma de una herida más profunda

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